Cuando nuestro organismo se ve invadido por un virus, bacteria o cualquier microorganismo ajeno, se suceden una serie de reacciones para hacer frente a esta amenaza externa. Estos mecanismos pueden ser inespecíficos o muy específicos como la respuesta inmunitaria. En ésta última nos vamos a centrar.
Respuesta inmunitaria
Contra las infecciones los seres vivos disponemos de una red de células, tejidos y órganos que componen el sistema inmunitario.
Las células básicas del sistema inmune son los leucocitos o glóbulos blancos, de los cuales hay 5 tipos distintos:
Cuando se detectan sustancias extrañas que invaden el cuerpo, diferentes tipos de células se organizan para reconocerlos y les dicen a los linfocitos B que se pongan a producir anticuerpos (inmunoglobulinas IgM e IgG) que atrapan a los «malos». Una vez hecho ésto, necesitan ayuda para destruirlos. Esa es la función de las células T o «células asesinas» que además de eliminar al enemigo también se encargan de indicar a otras células (como los fagocitos) que cumplan con su función.
Factores de riesgo
La realidad nos enseña que no todas las personas reaccionan de igual manera ante infecciones. En unos casos la respuesta inmune puede ser insuficiente o por el contrario se puede reaccionar de manera desmedida (tormenta de citoquinas) que se vuelve en contra del individuo, ya que la inflamación se hace generalizada y por tanto contraproducente.
Las CITOQUINAS son proteínas que se encargan de hacer de mediadoras para que las células del sistema inmunológico sean capaces de comunicarse entre sí. Las citoquinas son por tanto la base del sistema inmune.
Tanto un caso como el otro puede llevar al individuo a fatales consecuencias. Lo ideal es que la respuesta inmunitaria sea contundente pero controlada y adecuada. Para ello el organismo debe encontrarse en condiciones para afrontar la infección correctamente.
Existen una serie de factores que hacen que las probabilidades de reaccionar mal ante una infección sean mayores:
EDAD
CÁNCER
DIABETES
ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES
INMUNODEPRESIÓN
EMBARAZO
OBESIDAD
ENFERMEDADES PULMONARES CRÓNICAS
Cómo prepararse ante una infección
Visto que algunos de estos factores dependen de nosotros, fundamentalmente la obesidad, hipertensión, dibetes tipo 2 y algunas enfermedades pulmonares (tabaquismo); mostrar unos hábitos de vida saludable nos ayudará a afrontar las infecciones con mejor pronóstico. Revisa este post y encontrarás claves para reconducir tus hábitos de salud. Vamos a repasar los más importantes y determinantes:
– Cuida la alimentación: evita en la medida de lo posible comer productos procesados. Utiliza alimentos y no productos.
– Espacia las comidas: deja pasar al menos 4 horas entre cada ingesta, ello ayudará a reducir la insulina en sangre y darás descanso al sistema inmunitario. También abre la vía de utilización de la grasa corporal como fuente de energía.
– Haz ejercicio en ayunas: esto también enseña al cuerpo a utilizar la grasa corporal. Habitualmente la vía lipolítica (utilización de grasas) está infrautilizada.
– Muévete: ten una vida activa rompiendo el sedentarismo.
– Reduce el estrés crónico: provoca una bajada del cortisol contínuo que inhibe la respuesta inmunitaria.
– Controla el biorritmo del sueño.
En definitiva……cuida de tu salud y de la salud de los tuyos.
PURA VIDA.
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Bibligrafía
Janeway CA Jr, Travers P, Walport M, et al. Immunobiology: The Immune System in Health and Disease. . The components of the immune system. Accesible desde: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK27092/
El ayuno es un método seguro, efectivo y «barato» de perder peso. No te embarques a lo loco en el mundo del ayuno, repasa en este post cómo funciona nuestro cuerpo durante el ayuno.
Por Javier Sánchez Carreras
23/03/2020 – 19:28
Plato vacío y salud
¿POR QUÉ «COMER MENOS, MOVERTE MÁS» NO FUNCIONA?
La clásica recomendación de los dietistas-nutricionistas de reducir la ingesta de calorías y aumentar la actividad física, sin valorar otros factores (% de macros y temporización de ingestas), funciona durante las primeras semanas del programa pero a largo plazo la recuperación del peso perdido es una constante. Las razones principales para explicar esta recuperación es que se produce una disminución en el metabolismo de los participantes y la falta de adherencia al programa de nutrición.
Repasemos un poco como funciona nuestro organismo….
CÓMO UTILIZAMOS LAS CALORÍAS
Existe una falsa idea de que nuestro cuerpo utiliza un modelo monocompartimental . Este modelo expone un solo “saco interior” al que arrojamos todas las calorías que consumimos, se acumulen en forma de glucosa, glucógeno o grasa, para luego extraerlas cuando necesitemos utilizarlas. ESTE MODELO NO EXISTE, sería mas exacto entender nuestro organismo como un modelo bicompartimental, es decir de dos sacos:
– Un “saco” de glucógeno (hígado) con capacidad limitada
– Un “saco” de grasa corporal prácticamente ilimitado
Acumulación de grasa por «rebosamiento hepático»
La clave está en cómo lo hacemos para poder acceder al depósito de grasa corporal (más de 40.000 kcal) cuando necesitamos energía.
Cuando
ingerimos comida en forma de HC y el hígado no puede acumular más glucógeno, el
exceso de calorías se acumula en forma de grasa corporal.
Curiosamente ante un período de falta de comida, el cuerpo prefiere usar el glucógeno antes que grasa, ya que le es más fácil de quemar, por lo tanto si volvemos a ingerir alimento los depósitos de glucógeno hepático se volverán a llenar y las reservas de grasa corporal quedarán intactas ya que los dos compartimentos no se usan simultáneamente sino de manera sucesiva.
Por lo tanto en esta situación vemos un doble problema con un elevado número de comidas en el día, por un lado seguimos acumulando grasa corporal y por otro cuando necesitamos energía no tiramos de esta grasa.
El cuerpo mientras pueda buscará energía en las reservas de glucógeno y no en la grasa corporal.
RESISTENCIA A LA INSULINA
Cuando estamos comiendo cada pocas horas, el páncreas está secretando constantemente insulina para llevar la glucosa del torrente sanguíneo hasta las células. Ésto provoca que las células pierdan la sensibilidad a la insulina y se vuelvan insulinoresistentes (algo parecido a lo que sucede con el uso excesivo de antibióticos, que nos volvemos resistentes a ellos), lo que provoca a su vez una mayor demanda de insulina. Solo hay una manera de romper este círculo vicioso, reducir drásticamente los niveles de insulina en sangre.
RALENTIZACIÓN METABOLISMO
Cuando la insulina se encuentra en niveles elevados el hambre aumenta y el organismo se defiende reduciendo su metabolismo con el consecuente bloqueo a los depósitos de grasa corporal.
Si los niveles de insulina en sangre se encuentran bajos cuando hay demanda de energía (actividad física) el cuerpo recurrirá a los depósitos de grasa corporal ya que no tendrá que poner a funcionar el páncreas. Por ello el realizar actividad física al despertarse o dejar pasar 4 horas desde la última comida es una estrategia interesante (revisa post) para la pérdida de grasa.
La insulina juega un papel fundamental a la hora de acceder a los depósitos de grasa corporal cuando hay demanda de energía.
De hecho, cuando los niveles de insulina en sangre son bajos
(ayuno), no es necesario que se vacíen los depósitos de glucógeno hepático para
acceder a la grasa corporal en busca de energía.
EL AYUNO COMO SOLUCIÓN
Como ya hemos visto, la insulina es el principal motor de la obesidad. Y cabría preguntarse: si los CH son los principales responsables de la secreción de insulina, ¿por qué no basta con reducir la ingesta de éstos? Pues porque con una dieta muy baja en CH solo reduces algo más del 50% de la insulina en sangre. Hay una manera de reducir aún más la insulina, ayunando.
La manera más eficaz de disminuir los niveles de insulina es con ayuno pero debes hacerlo con pautas seguras y con seguimiento. Si tienes patologías previas consulta con tu médico.